Crítica democrática de la política


Los que no estamos de acuerdo con el estado actual de cosas, llámese la Constitución, el actual sistema de partidos, las políticas públicas, etc., criticamos con frecuencia el mundo de la política, porque nos parece que algo crucial para la sociedad se define, o deja de definirse, en el ejercicio del poder político. Pero esta cotidianidad tiene una estructura más profunda que es necesario auscultar más allá de lo que ocurre día tras día. Es necesario emprender una crítica de la política que no sea un mero rechazo del presente ni una evocación nostálgica de un pasado autoritario.

Hacer la crítica democrática de la política no es igual a levantar una topografía sobre las actuales; no obstante, sí podemos contar con un mapa que nos indique en qué consiste el malestar de la política sería más fácil establecer cuál debe ser el camino de salida a los problemas de hoy. Eso es lo que propone el informe La democracia en América Latina, que una serie de investigadores preparó para el PNUD y que fue publicado recientemente.

En los próximos párrafos presentaré sólo una sección del documento y lo haré poniendo de relieve el tipo de crisis a que se enfrenta la política en cada caso.

*La política sufre una crisis de sentido, pues la articulación de los proyectos nacionales ya no se da a través de la política. Los líderes políticos y los partidos no parecieran reconocer como su tarea primordial la búsqueda de un proyecto colectivo viable que sea relevante para la ciudadanía.

*La política atraviesa por una crisis de confianza, ya que sus actividades y organizaciones están desconectadas de las reclamaciones ciudadanas, que por lo general desbordan las competencias de sus representantes políticos. Una democracia sana necesita que la ciudadanía crea en sus políticos y que sus políticos son capaces de tomar decisiones en el bien de todos.

*La política adolece de una grave crisis de funcionalidad, porque lo mucho que la sociedad invierte en las elecciones no lo recupera luego en soluciones reales a sus problemas. El Estado está llamado a cumplir una serie de prestaciones de modo eficaz y eficiente, sobre la base de los dineros y la confianza que le aporta la ciudadanía.

*Hay también una grave crisis ideológica o de contenido, porque las grandes cuestiones de la política ya no son tratadas y decididas por los Estados. Los poderes fácticos, sean legales (como los económicos y los mediáticos) o ilegales (como los que ejercen las organizaciones criminales y las guerilleras) son los que manejan a una sociedad que se ha vuelto impotente o meramente reactiva.

*La política padece también una crisis de valoración, pues los parlamentos y los partidos gozan de una baja estima por parte de la ciudadanía, a pesar de ser ampliamente compartida la convicción de que no hay democracia sin partidos. El déficit afectivo -el llamado prestigio- sólo puede ser cubierto por una reorientación de las relaciones entre las asambleas legislativas y los legisladores, y la ciudadanía.

*La crisis de representación ha llevado a que los medios de comunicación ocupen la escena pública, sin que ello signifique que las demandas ciudadanas han recibido una respuesta adecuada. Los vacíos de poder no existen más que de modo efímero, y si el Estado y los partidos muestran incapacidad en cumplir un rol orientador, otras organizaciones se encargarán de dicha tarea.

*La política, como solíamos conocerla, también enfrenta una crisis de institucionalidad, pues ante el vaciamiento de su contenido, otras instancias sociales han procedido a llenar el vacío. En los últimos años se ha auto-organizado un sistema paralelo de intermediarios que funcionan como instituciones de respuesta a las demandas ignoradas por el Estado y los partidos.

*A la política la aqueja, además, una crisis de ajuste ambiental, pues el Estado y los partidos, deben reconocer que el entorno en el que funcionan se ha hecho más complejo debido a la presencia de una sociedad civil organizada que tiene una misión muy importante que cumplir. Si bien es cierto que la labor de la sociedad civil es omplementaria a la que desempeñan los políticos, no es menos cierto que las organizaciones de la sociedad civil tienen sentidas aspiraciones y fuertes exigencias en cuanto a reclamar, controlar y proponer en todos los asuntos públicos.

*Lo anterior ha traído como consecuencia una "crisis de redimensionamiento" de la esfera pública, pues ahora se han abierto caminos que antes se presentaban como cerrados y excluyentes. El crecimiento de la esfera pública ha generado, a su vez, la aparición de formas alternativas de representación, que sin pretender sustituir a las tradicionales, constituyen un espacio importante de construcción de la democracia.

*La política sufre una crisis de motivación, pues si las decisiones fundamentales no se forman a través de los partidos ni se toman en los ámbitos del Estado, sino que son los poderes fácticos los que decretan el rumbo de las cosas, entonces es lógico que se generalicen la apatía y la desconfianza hacia las organizaciones política y el Estado. Sin una verdadera participación ciudadana en la toma de decisiones fundamentales, la política se vuelve irrelevante.

No creo que la lista, que he reproducido y en ocasiones interpretado en el mismo orden que tiene el informe del PNUD, sea exhaustiva; pero proporciona una guía para realizar una serie de reflexiones sobre cómo podemos mejorar la calidad de nuestra democracia. El tema debe ser discutido a lo interno de los partidos, y fuera de ellos. Lo deben tratar las universidades y también las escuelas.

No se trata de ofrecer disculpas, ni de mostrar una actitud defensiva. Lo que se requiere es un ánimo pro activo, en donde la imaginación y la creatividad reemplacen la amargura y la revancha que dejan las lides políticas cuando son estériles. El debate está abierto.
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El Panamá América, Martes 8 de junio de 2004